lunes, 20 de septiembre de 2010

La Sauceda, municipio de Zamora, Michoacán. Cabeza 118

Saliendo de Zamora, a bordo de una “flechita” pasamos frente al pueblo de La Sauceda, una vez más nos encontramos con una Cabeza de Águila en el semi abandono… está a la entrada del pueblo, justo donde se da la vuelta de la carretera Zamora-La Barca y, sin duda, en varias ocasiones los vehículos se han ido contra el monumento, le tumbaron ya el pico, la base, es decir, la propia estela ha servido en varias ocasiones de muro protector de vehículos que, conducidos con poca precaución han ido a dar contra la Cabeza de Águila.


Para entender un poco mejor la zona por la que va atravesando el cura Hidalgo y su ahora ejército montado, se dice que iban 7mil caballos, aprovechemos esta escala para conocer un poco más de lo que es y de lo que fue la geografía michoacana: “El Bajío de Zamora es una combinación de llanos y cerros. Como en las otras regiones de Michoacán sus límites no están bien definidos, pero le caracteriza un relieve menos montañoso y más tierras planas.


Desde el punto de vista geológico pertenece a una etapa de pujante volcanismo en la que se produjo la porción montañosa. A intensos chaparrones atribuyen la formación de las lagunas de los diversos bajíos (guanajuatense, moreliano y de Zamora), de las ciénegas y lagos que hubo o que todavía hay en el sur de Guanajuato o que todavía hay en el norte de Michoacán. Hasta épocas recientes el Bajío de Zamora era un solo lago con lagas islas o muchos lagos que intercambiaban aguas.


Gracias a los lagos y especialmente al lago de Chapala, límite occidental del Bajío Zamorano, el clima de éste es templado. Nunca se tienen aquí los calores de la Tierra Caliente ni los fríos de la Sierra Volcánica, la temperatura es suave, con pocas oscilaciones diarias y estacionales. Casi nunca hiela. Los días de sol y transparencia superan en número a los de nubes, viento y lluvias. Un promedio de cincuenta días se nublan en el lago temporal de sequía. Solo de junio a septiembre hay más días nublados que soleados.


A comienzos del verano empieza la temporada de lluvias, que dura cuatro meses y no es abundante. Si la región se atuviera a los chubascos veraniegos no tendría fama de pantanosa. La fama la conquistó gracias a los ríos y depósitos de agua con que cuenta, a los ríos tan caudalosos como el Lerma y el Duero, y a depósitos tan vastos como el de Chapala. Al Bajío Zamorano vienen a confluir aguas de muchas sierras.

Por regla general el suelo de los valles de Zamora es de tipo vertisol. Los vertisoles son suelos de textura arcillosa y color negro. Se hinchan con la humedad y se agrietan cuando están secos. En estas tierras destaca la montmorillonita que en tiempo de lluvia se expande, cierra poros y produce chicles. En cambio en el temporal seco se endurece y se llena de grietas si no recibe el beneficio del riego. En realidad, antes de la llegada del hombre, el suelo del valle zamorano era cenagoso y estaba cubierta de agua, tules y carrizos.


Únicamente en las laderas de los montes, de las filas de conos volcánicos, había en abundancia arbustos como el mezquite, cactus como el nopal y multitud de yerbas. En la punta de los cerros lucían encinos. No podía ser mayor el contraste entre la flora y la fauna de las cumbres de Pajacuarán, la Batea, Guaracha, San Francisco, la sierra de Purépero y otras eminencias con el del fondo de valles pantanosos y yerbas de poca utilidad”. (1)

Fuente:

1.- González, Luis. Michoacán, lagos azules y fuertes montañas. Consejo Nacional Técnico de la Educación, Delegación General de la SEP en el Estado de Michoacán. México, 1981.

Esta entrada ha sido posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Vista Hermosa, Michoacán.

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