martes, 28 de septiembre de 2010

Niñas Guadalupe, Josefa, Prudencia y Luisa Moreno Pérez.

Veíamos apenas ayer como un nutrido grupo de mujeres en Pénjamo, Guanajuato fueron víctimas de los abusos de poder que, siendo coronel en el Bajío, Agustín de Iturbide realizó contra de ellas. No solamente contra las mujeres, sino también en contra de sus pequeños hijos, los cuales, al igual que sus madres fueron obligados a caminar desde Pénjamo hasta Irapuato y de allí a Guanajuato, con escasa comida y a marcha forzada que les iban marcando los elementos del ejército realista. Algunas de ellas enfermaron en el camino, otras más murieron junto a sus hijos, sea por la viruela, enfermedad común en la época o por el excesivo ejercicio al que se vieron obligados, y vuelvo a marcar una cosa, no fueron solo las mujeres las agraviadas por el que sería luego el primer emperador de México, sino también sus hijos.



Si de la participación de las mujeres en la lucha por la Independencia apenas estamos conociendo nombres más allá de las dos principales heroínas, cuyos nombres todos conocemos y evitaré escribir, más aun desconocemos de la participación de los niños. Es, seguramente el caso de Narciso Mendoza, el llamado niño artillero y su grupo de Emulantes, que en el Sitio de Cuautla tuvieron una importante actividad, pero, ¿y las niñas?. Las niñas tuvieron si no una participación activa en la Independencia si fueron víctimas consecuentes de las acciones entre realistas e insurgentes, tal es el caso de Guadalupe, Josefa y Luisa Moreno Pérez.



Efectivamente, los apellidos suenan conocidos, se trata de los hijos de Pedro Moreno y Rita Pérez Jiménez, ella nacida en San Juan de los Lagos el 23 de mayo de 1779, hija de José María Pérez Franco y Rafaela Jiménez. Casi al finalizar el siglo XVIII, en 1799 es cuando contraen matrimonio, procreando cinco hijos, María Guadalupe, Josefa, Luisa, Severiano y Prudencia.

La campaña de Moreno duró tres años seis meses y tuvo por teatro las escabrosas sierras de de Guanajuato y de Comanja, especialmente esta última, donde el patriota insurgente estableció una fortaleza en el Cerro del Sombrero, que tanta celebridad tiene desde entonces en las páginas de nuestra historia. Doña Rita acompañó en todo ese tiempo a su esposo, sujeta a todas las vicisitudes de la guerra, y aunque nunca se le vio que empuñara las armas, ocupando, como su esposo, los lugares más peligrosos del combate, estuvo siempre rodeada de inminentes peligros, luchando sin cesar en favor de la Independencia, con la inteligencia y el corazón, ora dando voces de aliento a los combatientes, ora curando las heridas de los soldados ora proporcionando toda clase de auxilios a los moribundos y en todo caso comunicando a todos los que la rodeaban, la constancia, la paciencia, la abnegación y el valor del que ella misma era un ejemplo mismo en las grandes contrariedades que se presentaban.

Viendo Don Pedro y Doña Rita que su hija Guadalupe no podía estar sujeta a tantos sufrimientos, por motivo de su pequeña edad, (contaba poco más de dos años) resolvieron ponerla bajo la custodia del padre Don Ignacio Bravo, que vivía en la Hacienda de Cañada Grande”. (1)



“La niña Guadalupe Moreno Pérez fue capturada en ese lugar por el capitán realista José Brillanti, quién evitó que el sacerdote mexicano Francisco Álvarez, conocido como “el cura chicharronero” por su crueldad, la degollara para escarmiento de Moreno, quién se negó a canjearla por un prisionero.

Este episodio ha sido interpretado como prueba del compromiso de Moreno con la Independencia, porque antepuso ésta a la vida de su hija en la carta de respuesta que dio a Brilanti y a Hermenegildo Revuelta, jefe militar de Lagos: “el extranjero Brilanti, ignominia y oprobio de sus paisanos o el crudelísimo Revuelta, pueden disponer de ella lo que sea más conforme a sus ideas”. (2)



“Los cuantiosos bienes de fortuna que poseía el héroe laguense, consistentes en las haciendas de La Sauceda, y Matanzas y el rancho Los Coyotes, una casa en Lagos y mucho semoviente, fueron decomisados por el gobierno virreinal, lo que indudablemente fue una herida para el corazón de Doña Rita Pérez, que con aquél acto se veía reducida a la miseria, lo mismo que sus hijos, los cuales se verían privados de la herencia que justamente les correspondía.

Luego de un largo sitio al fuerte de El Sombrero, fue llevada a León con todo y sus cuatro hijos, estando embarazada. Sus dos retoños más pequeños no soportaron las condiciones de su prisión y murieron y ella perdió al hijo que aún esperaba”. (1)

“Posteriormente fue encarcelada por varios años. Luego recibe la noticia del virrey Juan Ruiz de Apodaca, en donde le da permiso para trasladarse a donde deseara. De esta manera resolvió Rita Pérez y dos hijas que le quedaban, Josefa y Luisa, refugiarse en su hogar materno en San Juan de Los Lagos, en donde atendió un expendio de tortillas hasta su muerte, ocurrida en 1861”. (3)



Fuentes:

1.- http://www.senado2010.gob.mx/

2.- Delgado, Álvaro. Revista Proceso, 12 de septiembre, 2010. Reportaje: Ruta Olvidada. La puedes leer en el periódico A.M. de León:

http://www.am.com.mx/Nota.aspx?ID=426014

3.- Dávalos, Ignacio / Rivera Avelar, Elizabeth. Reportaje en Milenio, 28 de agosto, 2010. Rita Pérez ya descansa en la Rotonda.

http://www.milenio.com/node/517438

1 comentario:

  1. Solo para complementar la tragedia de Doña Rita...Estando en el Sombrero tuvo que sufrir la perdida de otro "niño Heroe", en este caso su hijo Don Luis Moreno Pérez de 14 años de edad al caer en batalla defendiendo el fuerte de San MIguel en el cerro de la Mesa de los Caballos en plena Sierra de Guanajuato, del cual no pudo ni rescatar el cuerpo para darle sepultura...

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