sábado, 19 de julio de 2014

Una anónima mujer de Salamanca que participó en la Guerra de Independencia. 1812

   Son varias las menciones que en este espacio electrónico he transcrito de distintos historiadores en donde hacen mención de la participación de mujeres durante la guerra de Independencia. Regularmente anotan la participación femenina dentro de las actividades que son propias (que no exclusivas) de la mujer, tales como cocineras, enfermeras, incluso enterradoras. Se dice que eran seductoras en el entendido de la palabra en su primara acepción pues su seducción consistía en convencer a los soldados realistas para que se pasaran del lado insurgente, se dicen que eran adictas, sí adictas a la causa de la Insurgencia. Algunas de ellas fungían como correos transportando correspondencia oculta entre sus ropas de uno a otro lado donde se ubicaran las fuerzas insurrectas. Se dice que algunas aportaron sus bienes para mantener la causa y, además, algunas de ellas participaron activamente en los combates.

   De estos relatos, de cuando la mujer empuña las armas han sido más bien pocas las referencias que hay. Una de esas pocas las da Lucas Alamán en su Historia de Méjico la cual transcibimos a continuación. hechos ocurridos en Salamanca, Guanajuato, capítulo en el que los personajes principales son Albino García del lado Insurgente y García Conde del lado realista. Era el año de 1812.

   “Caminó García Conde con el convoy sin dificultad hasta Salamanca, pero apenas hubo entado en aquel pueblo (11 de abril de 1812) se encontró rodeado por todas partes: Albino (García) había reunido en momentos toda su gente, y sus compañeros, excitados por el atractivo de tan rica presa, habían acudido sin tardanza en número de cuatro a cinco mil hombres. (Diego) García Conde tuvo que reforzar sus avanzadas para impedir que los insurgentes penetrasen en la población, y aunque pensó salirlos a atacar con dos secciones, dejando otra para resguardo de los reales y cargas creyó que se aventuraba mucho quedando éstas con corta defensa en una población que toda ella le era hostil, por lo que resolvió a todo trance emprender la salida con el convoy y continuar su marcha. 

   La noche se pasó por una y otra parte con las armas en la mano y al amanecer comenzó a salir el convoy, llevando la vanguardia el mismo García Conde con dos cañones, los granaderos y guardias de prevención de la Corona y cuarenta dragones, custodiando de preferencia el parque, los caudales, los tabacos y otros efectos del rey. Seguía la carga de los particulares protegida por el Teniente Coronel Villalba con infantería de la Corona, y la retaguardia la cubría el Teniente Coronel Mora con el resto de la División. Los insurgentes rompieron el fuego no sólo fuera de la población, sino desde las bocas calles y azoteas de ésta, tomando parte en la acción hasta las mujeres, pues una de ellas mató con un tiro de fusil desde una torre a un músico de la Corona. Los arrieros despavoridos huyeron dejando las mulas solas; éstas caían muertas o corrían espantadas por las calles, aumentando el desorden, y los soldados teniendo que recogerlas y que levantar las cargas caídas por el suelo, no podían atender a la defensa. 

   Había avanzado no obstante García Conde a más de un cuarto de legua del pueblo, cuando se le avisó que el cordón que formaban las cargas caídas por el suelo, no podían atender a la defensa. de los particulares había sido cortado por los insurgentes, los cuales se habían apoderado de muchas de ellas, y que Villalva para poderse sostener había tenido que replegarse a la plaza del pueblo. Con tal noticia mandó inmediatamente el Capitán don Agustín de Iturbide con treinta dragones, a restablecer el orden de la marcha del convoy y viendo que tardaba fue el mismo García Conde con un cañón y quince granaderos en su auxilio, cuyo momento aprovecharon los insurgentes para atacar vivamente por todas partes a la corta fuerza que bajó las órdenes del Teniente Coronel Cayre había quedado cubriendo en la vanguardia el dinero y carga del rey. 

   Corrió en el pueblo la voz de que García Conde había sido muerto y destruida la vanguardia, y en ésta se esparcieron rumores igualmente funestos respecto a la topa que quedaba atrás: Villalva, sobrecogido por la noticia de la muerte del Comandante y de la pérdida de la vanguardia, confiesa ingenuamente en su parte que llegó a tener entorpecida la facultad de discurrir, pero volviendo sobre sí, tomó providencias acertadas para contener los avances del enemigo por la retaguardia y el lado del río; Iturbide, con la serenidad que acostumbraba en los momentos de mayor peligro, restableció la marcha de la carga, y García Conde pudo volver a sostener a Cayre que a todo esfuerzo se defendía. Así se logró que acabase de salir el convoy, cubriendo con infantería las bocas calles por donde tenía que pasar y sosteniendo su marcha con caballería, y con pérdida de una carga de reales del rey y de porción de efectos de particulares, llegó en aquel día a Irapuato...” (1)

   Efectivamente, una anónima mujer empuñaba las armas, estaba en una torre, esa era la de la Parroquia de San Bartolomé, la única con que contaba y sigue contando la barroca construcción. Actualmente la conocemos como la Parroquia Antigua ¿Quién habrá sido? No se sabe, es imposible dar con su nombre. Habrá quien diga que era Tomasa Eséves, por ser ella la única mujer de la época que vivía en Salamanca de la que tenemos su nombre, pero eso es de dudar ya que, considerando su edad, cuando ocurrió este pasaje, ella apenas contaba con 16 años y llevaba menos de un año de haber casado.

  Luego, el 5 de junio de 1812, Albino García sería detenido en Valle de Santiago y conducido a Celaya en donde el 8 del mismo mes es fusilado y su cabeza cortada y exhibida públicamente como escarmiento a todos los que apoyaban el movimiento de insurrección, el brazo que tenía sin movimiento, razón por la cual se le conocía como "El Manco", le fue cortado y exhibido en la plaza central de Salamanca, también como escarmiento, pero esto no funcionó como tal, ya que, para el año siguiente Salamanca estaba catalogada como una de las plazas más peligrosas para los realistas en toda la Nueva España.

(2)

Fuentes:

1.- Alamán, Lucas. Historia de Méjico. Editorial Jus, México, 1942, tomo III, pp116-117. Citada por Rojas Garcidueñas en Salamanca. Recuerdos de mi tierra guanajuatense. Editorial Porrúa. México 1982. pp.76-77

2.- Hamnett, Brian. Revolución y contrarrevolución en México y el Perú. Liberales, realistas y separatistas, 1800-1824" y Reseña de "La política española en una época revolucionaria, 1790-1820. FCE. México, 2012, edición electrónica. Sin paginación.

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